Gestión cultural: y eso, ¿con qué se come?

Cómo llegar a más lectores con una estrategia crossmedia, Festival de Cine Venezolano en Letterboxd, «Un condón para los dioses» y Festival de la Lectura Chacao 2024

CIRCULO AMARILLO

MAY 15

Estrategia para escritores: DESCUBRE cómo llegar a más LECTORES gracias a los distintos formatos

Lizandro Samuel y Aymara Lorenzo te dan puros consejos accionables para que uses los distintos formatos a tu favor y logres conquistar lectores.

A continuación, transcribimos una parte de la charla para que te animes a escucharla:

Aymara: ¿Qué concluiste de esa investigación […]?

Lizandro: Concluí que abracé el perreo directamente.

Aymara: ¿¡Aaaaaaah!?

Lizandro: Abracé el perreo, Aymara.

Aymara: ¡Ay! ¿Cómo es eso?

Si todavía piensas que lo más importante es tener seguidores y no lectores, pásate por aquí.

Un escritor lo que necesita son lectores, no seguidores

Una carta mensual por Lizandro Samuel

LIZANDRO SAMUEL

ABR 27, 2024

Desde hace un par de años vengo pensando en cómo el mercadeo a la literatura se diluye en otras manifestaciones creativas o artísticas.

Una vez le leí a Jorge Carrión una idea que me quedó dando vueltas: “Tener seguidores está bien, pero un escritor lo que necesita son lectores”.

Sigo repasando esta idea cada tanto. Sobre todo, cuando veo surgir nuevos productos culturales que aspiran a promover la literatura pero terminan, por poner un ejemplo, hablando de series.

Lo primero que hay que entender es que vivimos en un mundo donde el lenguaje escrito, como nunca antes en la historia, es especialmente relevante. Nos comunicamos más por WhatsApp que por llamada telefónica.

En Internet, al menos hasta ahora, hay más texto que video.

El libro –en cualquiera de sus formatos– sigue siendo el eje central de estudio de cualquier cosa; y el lugar más profundo para despertar empatía y compartir información.

Sin embargo, está lejos de ser la estrella de la industria del entretenimiento. Ese puesto lo ocupan las series, los videojuegos y las redes sociales.

Ese cambio de paradigma se produjo hace décadas, con la irrupción de la televisión.

Fue entonces cuando una parte de la población, que leía solo como quien hace sopa de letras en una tarde sin electricidad, saltó a ese aparato que entró en los hogares para no salir nunca más.

En un contexto así es entendible que muchos escritores quieran utilizar sus conocimientos sobre series y videojuegos, o su popularidad en redes sociales, para generar lectores.

Y en cierta forma suena lógico, ¿no?

El problema está en que, en la práctica, la gente que se interesa por las fotos de tu perro o por tu bailecito en TikTok difícilmente esté dispuesta a comprar un libro escrito por ti.

Vamos por parte: ¿qué es lo que quieres hacer?

Esta carta en particular está dirigida sobre todo a escritores y escritoras, o a gente interesada en la promoción literaria de forma exclusiva.

Lo digo porque si tienes un proyecto cultural que quiere hablar de narrativas multiplataforma, por supuesto que tiene todo el sentido del mundo discutir sobre la nueva serie de Netflix.

Quiero que se entienda bien la idea que trato de desarrollar.

En este boletín me estoy refiriendo exclusivamente a las personas que quieren conseguir lectores para su trabajo literario.

Lo primero con lo que se va a topar cualquier persona que entre a una red social pensando en usarla para conseguir lectores es que hay mucho ruido. Y la literatura en sí misma no es la estrella de la fiesta.

De hecho, la mayoría de las grandes revistas literarias de Latinoamérica priorizan la discusión exclusivamente política o partidista por encima de hablar de arte o literatura en sí misma.

Y no me refiero al punto obvio de que todo en la vida es política, sino, insisto, a conversaciones y análisis partidistas y coyunturales.

Es decir, dejan de publicar un cuento de ficción para publicar un análisis sobre el nuevo presidente de Argentina.

Además de eso, las conversaciones que más personas aglutinan son las de series y videojuegos. Ni siquiera el cine entra al baile.

Para más inri, siempre está el marketero de turno sugiriendo que lo que más interacciones genera es el contenido personal. Ergo, entienden los escritores incautos, llenen su feed de selfis, fotos de su mascota o de sus hijos. Quizá de sus estupendos viajes.

Y, mira, sí, ¡funciona!

Este es el recetario:

1.       Habla de política.

2.       De la serie del momento.

3.       Si eres millennial o centennial, transmite en Twich para analizar videojuegos.

4.       Postea fotos personales.

5.       Por último, no olvides nunca la fotito de tu libreta, bolígrafo, café y un libro bonito, para que la gente se acuerde que lo tuyo es la literatura.

Insisto, funciona. Las interacciones suben.

Lo que no sube son las ventas a los libros, o las métricas de lectura de esa historia que publicaste en una revista, o el post largo que adapta una de tus historias.

Así que el siguiente paso que hacen todos es proceder a quejarse de que las redes sociales son superficiales, de que a la gente no le interesa la literatura y de que nadie lee las genialidades que escriben.

O esgrimen la excusa que nunca falla: “El algoritmo me odia”.

Y a llorar para el valle.

Define objetivos

Uno de los problemas que enfrentamos los lectores hispanos es que estamos muy desarticulados.

En España, México, Colombia y Argentina hay un poco más de orden. Es más fácil para los interesados en literatura identificarse entre sí y encontrarse.

Pero en el resto de Iberoamérica no solo es un trabajo medio titánico, sino que además hay poco diálogo entre los lectores de diferentes países.

Y a veces, incluso, hay quienes se dan el tupé de propiciar divisiones desestimando la lectura digital, Wattpad o tirándole al autor o autora de moda.

Mientras que en Hollywood se montan casos como el Barbenheimer porque todos están claros de que lo importante es que la industria del cine goce de buena salud.

El punto es que en ese contexto el primer objetivo de todo proyecto literario debería ser articular personas en torno a la lectura.

Y, por favor, no piensen tanto en “generar comunidad”, pues eso es muy difícil y casi imposible hoy día. Es más rentable identificar comunidades y tratar de impactarlas.

¿Cómo hacer que las personas que ya leen el tipo de cosas que escribes se enteren de lo que estás haciendo?

 ¿Cómo ser un puente entre los lectores de romance fantástico adolescente y los tesistas de las escuelas de Letras?

Defiende tu industria

Las cosas no se defienden ni hablando mal de otros, ni criticando a los demás actores, ni quejándose ni, mucho menos, cuestionando a las personas que esperas que sean tu público.

Se defienden hablando de ellas y promocionándolas en sus códigos naturales.

Si quieres generar lectores hacia tus libros, blog o publicaciones en revistas, debes ser capaz de atraer a la gente que lee literatura. Y, al mismo tiempo, acostumbrar a la gente que te sigue a que lo tuyo es la escritura.

Es verdad, probablemente una foto cuchi con tu pareja y tu gato quizá tenga más interacciones. Pero también menos engagement y generará menos conversiones.

¿Todos recuerdan el famoso caso de la influencer con millones de seguidores que no logró vender más de 100 prendas de ropa de su línea recién creada? Fue un parteaguas en la forma en la que la industria entendió cómo funcionaba la economía de la atención. Y a partir de allí las marcas se replantearon la forma en la que usarían a los influencers.

Lo mismo aplica en literatura.

Es mejor tener 100 seguidores dispuestos a leerte, comprar tu libro o inscribirse en tu taller; que mil seguidores que solo se ríen de tus videos bailando.

Entonces, quizá, se debería invertir menos tiempo en pensar cómo subir de seguidores y más tiempo en reflexionar cómo difundir de forma efectiva el trabajo literario. ¿Cuál es el formato que más agrada a los lectores? ¿Cuáles son los temas que los convocan? ¿Dónde están y cómo llegarles?

Y, en ese mismo camino, tener mucho cuidado de no quemarse uno mismo.

Una vez que la audiencia te pone la etiqueta de “persona que habla de series” o “persona que sabe mucho de política” es difícil que se pasen el suiche y empiecen a verte como artista o como, por decir algo, divulgador o influencer literario.

Recuerda: un escritor, para ser tal, lo que necesita son lectores.

Hablando de cosas chéveres

Hace poco se estrenó en RTVE lo que quizá sea el primer late night show de narrativas y especialmente de literatura.

Los libros juegan un papel fundamental y desde ellos se parte para llegar también a cine, series, videojuegos, etc.

Lo pensó José Antonio Pérez Ledo (autor de mis podcast favoritos de ficción), lo conduce Berto Romero y participa gente de la talla de Isabel Cadenas Cañón y Jorge Carrión.

El late night se llama Ovejas eléctricas. He visto hasta ahora solo un episodio y me gustó lo suficiente como para seguir toda la primera temporada. Puede verse online, gratis, en RTVE Play.

Los mantendré informados.

Toda mi vida he soñado con ver productos por el estilo en la industria literaria. Digo, ¿si la gente ve golf en televisión o a alguien se le ocurrió que un programa como Máster Chef podría ser rentable, por qué no pensar en cosas similares con la literatura como eje?

Nuevo taller de Ana Teresa Torres

Pipol, este año me leí La fascinación de la víctima, de Ana Teresa Torres, y es otra joya de novela que disfruté mucho. De entrada, se puso en segundo lugar en mi top de libros favoritos de la autora. El trono lo sigue ocupando El corazón del otro, un novelón que debería estar en todas las librerías del mundo.

Pero lo que quiero contarles es que Ana Teresa Torres va dictar una versión inédita de su taller ¿Cómo se escriben las novelas?

Sí, sí, ya sé que algunos de ustedes hicieron un taller con ella el año pasado. Pero les juro que este es bien distinto. Pues, para empezar, girará en torno a los diferentes géneros que derivan de la novela. Además, Ana Teresa usará de ejemplo su obra y contará todos sus secretos creativos.

Yo que ustedes, reservo el cupo ya.     

https://circuloamarillo.substack.com//p/un-escritor-lo-que-necesita-es-lectores?r=20vzj&utm_campaign=post&utm_medium=web&triedRedirect=true

Festival de Cine Venezolano en Letterboxd

Dany Young, guionista, productor, director y participante de varios de nuestros talleres de cine, creó la lista en Letterboxd con todas las películas que son parte del festival de este año. Te invitamos a revisarla haciendo clic aquí.

Este año el festival va a Margarita. Si andas por la isla revisa la información de las entradas en el siguiente link.

Festival de Cine Venezolano 2024

Festival del Cine Venezolano 2024, a celebrarse en la Isla de Margarita. 

https://letterboxd.com//dannyoooung/list/festival-de-cine-venezolano-2024/?utm_source=substack&utm_medium=email

https://festivaldelcinevenezolano.com//?utm_source=substack&utm_medium=email

Un condón para los dioses

Por Lizandro Samuel

Sintió como que una mano la halaba por el tobillo y no lograba salir a la superficie. La fuerza que la atrapaba se incrementó. No sabía si había caído por error en una especie de hueco: parecía que existía un abismo entre los dedos de sus pies y el piso de arena. Llevaba ya demasiado tiempo bajo el agua. Nunca antes le había pasado algo así. No vio ningún animal; no había ningún remolino. Entonces notó, borroso, una especie de brazo que la atenazaba por debajo de los senos y la arrastraba hasta lo que más anhelaba: el aire.

​ —¿Estás bien? —le preguntó el hombre cuando estuvieron de pie, con el agua lamiéndoles las pantorrillas.

​ Ella tosió y apoyó las manos sobre sus muslos.

​ —¡Chama, me asustaste mucho! ¡Pensé que te ibas a morir! ¿Qué te pasó? Tú sabes nadar —la interpeló su prima.

​ Katty, que todavía sentía la taquicardia, miró en diferentes direcciones: a su derecha, el chamo que la acababa de salvar; a su izquierda, su prima. De frente, se acercaba trotando, con el agua en los muslos, su primo. La cuestión fue la siguiente: Katty estaba en playa Los Ángeles, en La Guaira, saltando olas con su prima y su primo. Este decidió salir un momento a encargar en un quiosco de comida que les fueran friendo unos pescados. Vino una ola más grande de lo habitual. Katty se sumergió. No logró salir a la superficie. Lo demás es pura confusión.

Sigue aquí.

Con esta historia, nuestro codirector Lizandro Samuel debutó en la prestigiosa Revista de la Universidad de México.

Un condón para los dioses

Inteligencia Artificial / PANÓPTICO / Mayo de 2024

Lizandro Samuel

Sintió como que una mano la halaba por el tobillo y no lograba salir a la superficie. La fuerza que la atrapaba se incrementó. No sabía si había caído por error en una especie de hueco: parecía que existía un abismo entre los dedos de sus pies y el piso de arena. Llevaba ya demasiado tiempo bajo el agua. Nunca antes le había pasado algo así. No vio ningún animal; no había ningún remolino. Entonces notó, borroso, una especie de brazo que la atenazaba por debajo de los senos y la arrastraba hasta lo que más anhelaba: el aire.

​ —¿Estás bien? —le preguntó el hombre cuando estuvieron de pie, con el agua lamiéndoles las pantorrillas.

​ Ella tosió y apoyó las manos sobre sus muslos.

​ —¡Chama, me asustaste mucho! ¡Pensé que te ibas a morir! ¿Qué te pasó? Tú sabes nadar —la interpeló su prima.

​ Katty, que todavía sentía la taquicardia, miró en diferentes direcciones: a su derecha, el chamo que la acababa de salvar; a su izquierda, su prima. De frente, se acercaba trotando, con el agua en los muslos, su primo. La cuestión fue la siguiente: Katty estaba en playa Los Ángeles, en La Guaira, saltando olas con su prima y su primo. Este decidió salir un momento a encargar en un quiosco de comida que les fueran friendo unos pescados. Vino una ola más grande de lo habitual. Katty se sumergió. No logró salir a la superficie. Lo demás es pura confusión.

Figura en la Casa Templo de Santería Yemayá, Trinidad, Cuba, 2015. Fotografía de Ji Elle

​ —Me llamo Vidal —se presentó el muchacho, cuando estaban ya fuera del agua—. Si necesitas algo, llámame —y le extendió un papel con su nombre.

​ Los primos habían dejado a Katty sola con el joven, bajo la excusa de que iban a chequear los pescados que habían pedido. Ella no se preguntó entonces de dónde había sacado el desconocido un papel con su número de teléfono. Lo que sí llamó su atención fue algo que sostenía en su otra mano: unas figuritas de colores, parecían de plástico.

​ —Ah, ¿esto? —la atajó él, viendo la dirección de la mirada de Katty—, era un collar. Me lo arrancaste sin querer mientras trataba de sacarte.

​ Katty se disculpó y tomó el papel. El muchacho, sin camisa, se guindó un morral, le dio la espalda y se marchó. A Katty le gustó cómo se veía el sol sobre esa piel.

​ A los pocos días, le envió un mensaje a Vidal.

II

Katty trabajaba en el área administrativa de una empresa en Caracas, vivía sus veintes largos. Vidal, un poco más joven, era diseñador gráfico freelance. Conectaron hablando de cine, música y libros. El cliché habitual. Pero lo que más le sedujo a ella —que vivía en un sector popular, en una casa que algunos llamaban rancho y en unas condiciones que varios científicos sociales podrían haber denominado de hacinamiento— era que él vivía solo, en un apartamento muy pequeño, cerca de una playa. Katty pasaba los fines de semana jugando a escenificar una película romántica, seducida por estar en el que, desde niña, había sido su ambiente favorito: el mar.

​ Cuando tocó el timbre, uno de esos sábados, quien le abrió no fue Vidal, sino un hombre más alto, un poco pasado de peso y con un rostro parecido al de su novio. Vestía totalmente de blanco, usaba unos collares y pulseras de colores llamativos y tenía el entrecejo de alguien que acaba de decir cosas desagradables. Vidal apareció desde el fondo.

​ —Te presento a mi papá —dijo, unos segundos después.

​ El hombre estrechó la mano de Katty y le comentó a Vidal, con tono de almirante, que los vería en un rato. Luego, se marchó. Ese día era el cumpleaños del papá de Vidal y el joven no quería ir, explicó; por eso habían discutido.

​ —Pero ¿por qué no quieres ir?

​ Katty no sabía si era porque le daba pena presentarla (quizá ella era una suerte de amante y su novio tenía otra pareja), o si había otro tipo de conflicto. Vidal suspiró.

​ —Vamos —insistió ella—. ¿No te molesta ir conmigo, verdad?

​ Los tambores se escuchaban a varios metros de distancia. Había altares con estatuas bellísimas, fotos de dioses y símbolos que le generaban a Katty un impacto difícil de adjetivar; velones, collares, pulseras. Las percusiones hacían que su corazón subiera al cielo como una burbuja a punto de explotar. Y todo el mundo fumaba tabaco. Llegó a ver a un niño que aparentaba menos de diez años con uno. Pero lo que más impresión le generó, luego de haber recorrido la casa de la mano del hijo de alguien muy poderoso, fue ver animales tan variados: chivos, gallinas y pájaros.

III

Pocas personas han estudiado tan bien la religión y su impacto cultural en Venezuela como la antropóloga Michaelle Ascencio. En su libro De que vuelan, vuelan cuenta sobre la santería:

Esta religión, oriunda de Yoruba (actual Nigeria), se conformó en Cuba durante la época colonial. Hasta comienzos del siglo XX, la santería, el vudú haitiano y el candomblé brasilero eran las tres religiones afroamericanas del continente, traídas por los esclavos que trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar. La santería y el candomblé traspasaron sus marcos étnicos tradicionales y se fueron convirtiendo en religiones de gran parte de la población de Cuba y de Brasil, dejando de ser, así, religiones exclusivamente afroamericanas. Mucha de la popularidad que tiene la santería en varios países del continente, sobre todo en el Caribe, se debe a la difusión que ha tenido esta religión, desde la década de los sesenta, cuando sus dioses y sus devotos emigraron de Cuba hacia Miami y, en menor escala a otros países, huyendo del régimen castrista, que prohibió los cultos.

​ Iniciarse en la santería implica asumir un santo en un ritual. Así, el practicante pasa a ser un hijo del dios en cuestión; la elección o asignación del santo está muy relacionada con la personalidad de cada quien.

​ —No tengas miedo —se acercó una mujer, toda vestida de blanco.

​ —No. No tengo —carraspeó Katty—, te lo juro. Lo que estoy es, guao, impresionada.

​ Vidal las interrumpió y las presentó: una era Vilma, su prima; y la otra su novia. Katty notó cierta complicidad entre ambos.

​ —Hay gente que es muy prejuiciosa —se quejó Vilma cuando ambas volvieron a estar solas—, nos juzgan o nos atacan sin conocernos. A mí esto me parece una práctica muy bonita. Y, ¿sabes?, yo respeto a los católicos, evangélicos, musulmanes, judíos… a todo el mundo.

​ —O sea, a mí no me parece nada malo esto. La fiesta está buena. Solo me causó impresión, por lo nuevo, todo.

​ —Es una práctica muy bonita. Yo soy hija de Yemayá. He hecho muchos rituales de curación. He visto personas con enfermedades graves curarse. Siento que he ayudado a proteger la salud de mi familia.

​ Katty asintió.

​ —Lo único que no me gusta —continuó Vilma— es que hay gente que hace cosas… malas, digamos. Gente que hace trabajos para manipular o para hacerle daño a otros, o que quiere hacerse millonaria con la fe. Eso no está bien.

​ Katty no supo qué decir.

​ —Es como una hojilla, como las armas blancas, ¿me entiendes? —continuó Vilma—. Una puede usar un bisturí para operar a una persona, o puede usar un puñal para matarla.

Bailando para los dioses en una ceremonia vudú en la Souvenance Gonaives, Haití. Fotografía de Nlecoro

IV

Es difícil encontrar datos oficiales y recientes, debido a las deficiencias estadísticas en Venezuela; sin embargo, un reportaje de la BBC1 inicia de la siguiente manera: “En un país donde nueve de cada diez personas dice ser católica, la santería y el espiritismo ganan cada vez más adeptos. Algunas estimaciones afirman que los seguidores de estos cultos alcanzan el 30 % de los casi 28 millones de venezolanos. Otros, como el antropólogo Ronny Velásquez, aseguran que la mitad de la población práctica, de alguna u otra forma, estas religiones”.

​ No tenía nada de raro que no funcionara, razonó Katty; después de todo, el fracaso es lo normal en el noventa por ciento de las relaciones sentimentales. Vidal parecía descentrado. Le sugirió que viera a un psicólogo, a lo que él no se negó pero nunca terminó de decidirse.

​ —¿No entiendes que ya no tengo dinero? —rezongaba él.

​ Era verdad. Había empezado a perder clientes y los pocos que tenía tardaban en pagarle. Vidal ponía cara de ratón atrapado cada vez que Katty amagaba con dejarlo bajo la excusa de que lo notaba distante, de que no terminaba de abrirse emocionalmente. Así que empezó a hacer algo que hasta entonces había evitado: hablar de su familia. Según dijo, su relación con su padre siempre había estado marcada por la insuficiencia: su papá esperaba comportamientos que él no estaba dispuesto a cumplir. Aunque pareciera tonto, dijo, hasta el hecho de que no le gustara el beisbol había sido motivo de conflicto: su papá soñaba con tener un hijo pelotero o militar. Vidal quería pasar los años nadando hasta el infinito y podía invertir horas en juegos de computadora.

​ Michaelle Ascencio explica en su libro que “los investigadores coinciden en que las principales deidades entraron a Venezuela por la religión de María Lionza, para conformar lo que se conoce como la Corte Africana, integrada por las Siete Potencias’ (Obatalá, Orula, Eleguá, Ogún, Shangó, Ochún y Yemayá), durante la primera mitad del siglo XX. Lo anterior significa que hay que hacer una diferencia entre esta Corte Africana, que está dentro de la religión de María Lionza, y la santería como religión aparte”.

​ Algo que había derramado el vaso en la relación de Vidal con su familia en su momento fue el conflicto religioso. Su mamá hacía brujería, su papá era un santero con prestigio y su abuela materna era católica. Todos habían tratado de halarlo a su parcela: él nunca había ido a la montaña del Sorte, no hizo la primera comunión y tampoco había recibido al santo. Su mamá y su abuela habían aceptado este rasgo de su personalidad, pero su papá era más intransigente.

​ —Creo que por eso me está haciendo trabajos, o sea, rituales mágicos, para que me vaya mal.

​ —Pero tú me habías dicho que no creías en eso.

​ —Es que no creo. No sé. No funciona. O a veces sí.

​ Vidal vio que Katty estaba a punto de estallar.

​ —Hay algo que… –continuó–. ¿Te acuerdas que te conté que mis relaciones con mi exes fueron muy malas y eso? Que me montaron cachos, que no me respetaban…

​ —Ajá.

​ —Bueno, yo me sentía pésimo porque me iba supermal en el amor. Y me acordé que mi papá siempre me decía que el mar es un lugar poderoso para hacer rituales. Los santeros siempre buscan usar los cuatro elementos. El mar, supuestamente, tiene una carga energética muy fuerte. El sitio en el que los ríos desembocan en la bahía, por ejemplo, es muy codiciado para hacer trabajos. Bueno, yo quería una novia que me quisiera, así como tú. Por eso unos seis o siete meses antes fui a playa Los Ángeles de madrugada, donde nos conocimos, e hice un trabajo. Mezclé vainas que había aprendido viendo a mi mamá y a mi papá. Y mira lo qué pasó: te conocí.

​ —¿¡Qué!?

​ —Entonces, yo no sé… a veces sí funcionan esas cosas.

​ Katty recordó los comentarios de algunas de sus tías, que decían haber visto desechos de rituales en las playas: cadáveres de animales, velas, frutas. De repente las imágenes se amontonaron en su cabeza: los chivos que vio en la fiesta, ella ahogándose, Vidal rescatándola, las palabras de Vilma, el niño con el tabaco, el sol pegando en la espalda de Vidal. La atracción loca que sentía por él.

​ Se paró corriendo al baño.

Batuque de Umbigada de Piracicaba, São Paulo, Brasil. Fotografía de Maria Eugenia Tita

V

Tenían dos meses separados cuando Katty se animó de nuevo a ir a las playas de La Guaira. Pero a unas que están más hacia el final. Alquiló junto con sus amigas del trabajo una posada en Chuspa. Una mañana, la dueña del lugar les preguntó a dónde iban. Ellas respondieron.

​ —Por nada del mundo vayan allí, por favor —la mujer palideció.

​ Se refería a la cascada El Monje, cuyo nombre hacía alusión a un religioso que, tiempo atrás, se estaba bañando cuando desapareció. Desde entonces, explicó la mujer, todos los que se dejan acariciar por ese manto de agua corren con un destino similar. Ni siquiera aparecen los cadáveres. Una vez fue un equipo de buceo que al parecer nadó hasta un infinito metafísico sin retorno. No se los volvió a ver.

​ A Katty la historia le pareció pintoresca. Más allá de las alusiones sobrenaturales, pensó que debía ser un río de corriente peligrosa, así que era mejor evitarlo. El caso es que bastó esa historia para que el resto de sus vacaciones se encadenara en su mente un solo nombre: Vidal. La nostalgia se convirtió en un gato montés y Katty decidió llamarlo al llegar a Caracas. A las semanas estaban teniendo relaciones sexuales como felinos desmemoriados.

​ Noche. Una fiesta. Apartamento de Vidal. Katty, el anfitrión, Vilma y unos amigos de estos dos últimos. Habían tomado ron, fumado y reído hasta reventar los hilos de la realidad. Ebrios, uno a uno habían ido cayendo dormidos. Katty y Vidal en el cuarto, solos, tras caricias pegosteosas.

​ Katty recordaría que se sobresaltó, como si una mano fantasma la zarandeara. Era Vilma, que le sugirió que se levantara y fuera a la playa. No quiso dar explicaciones. Katty hizo caso. Eran poco más de las dos de la mañana pero caminó hacia el lugar indicado por Vilma.

​ Tocó el brazo de Vidal, para llamar su atención. Él volteó con cara de ser descubierto sobre la poceta. Había una especie de balsa pequeña, que solo habría podido navegar una rata. Sobre la balsa, Katty reconoció el vaso del que ella había bebido toda la noche, un condón usado que supuso que era de él, vellos púbicos que por el largo pertenecían a Vidal y cabellos que parecían de ella. El pedazo de tela de una de sus pantis, manchada por un líquido blanco y espeso. De inmediato supo qué era. Un papel, atado a la madera, que decía para siempre.

​ La luz del único farol que funcionaba los iluminaba de forma teatral. Vidal sostenía una vela en una mano.

​ —¿Cómo pensabas encenderla con esta brisa, wevón? —escupió ella, con ojos de fruta podrida.

​ Vidal permaneció en silencio. Se irguió:

​ —Pudo ser peor. Las mujeres le ponen sangre de la regla a la sopa de sus maridos.

​ Katty dio media vuelta y empezó a caminar: sabía que de esa mano sí tendría que liberarse sola.

Imagen de portada: Batuque de Umbigada de Piracicaba, São Paulo, Brasil. Fotografía de Maria Eugenia Tita

  1. Juan Paullier, “Venezuela, espiritismo y santería”, BBC, 17 de octubre de 2011. Disponible aquí

https://www.revistadelauniversidad.mx//articles/1165495e-5012-49e1-b1cb-5ad899215d96/un-condon-para-los-dioses?utm_source=substack&utm_medium=email

Evento

Este año, el Festival de la Lectura Chacao 2024 rendirá homenaje al maestro Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2022. El festival se realizará, desde este jueves 16 al domingo 19 de mayo, en la plaza Francia de Altamira, Caracas.

Imágenes que nos llegan desde Buenos Aires

Los amigos de Autores Venezolanos en Argentina tuvieron su primera participación en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que finalizó el 13 de mayo. Ahí aprovecharon para dar a conocer su trabajo y presentar la “Caja de Autores”, un contenedor con todas las obras de su catálogo. ¡Felicitaciones!

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