¿Por qué no te puedes perder la obra de Piedad Bonnett?

Nuevo taller literario, esta vez dictado por la escritora Gabriela Consuegra; un concurso de crónicas autobiográficas y «Cállate la jeta, muchacha gafa», por Becky Plaza

CIRCULO AMARILLO

JUN 19

¿Te has preguntado alguna vez cómo las palabras pueden transformar el dolor en belleza? ¿Cómo la escritura puede convertirse en un faro en medio de la oscuridad? La obra de Piedad Bonnett, poeta y narradora colombiana, invita a explorar estas preguntas y a sumergirse en un universo literario de honestidad y sensibilidades. No te puedes perder su obra porque es un espacio donde las emociones más complejas encuentran voz y resonancia.

La destacada escritora fue galardonada recientemente con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024. Como parte del veredicto, el jurado elogió la «trayectoria sólida y orgánica» de Bonnett, así como la coherencia de su obra poética. «Su poesía es luminosa, aun cuando trata temas arduos, como el desamor, la guerra, la pérdida o el duelo».

A lo largo de su carrera, Piedad Bonnett ha sido reconocida con numerosos premios, entre ellos el Nacional de Poesía en Colombia por El hilo de los días (1994), el Casa de América por Explicaciones no pedidas (2011), el Víctor Sandoval, el José Lezama Lima y el premio Generación del 27 por Los habitados.

Con una prolífica carrera que abarca ocho libros de poemas, varias antologías, obras de teatro, novelas y un conmovedor libro autobiográfico sobre la muerte de su hijo titulado Lo que no tiene nombre, Bonnett se ha consolidado como una voz imprescindible de la poesía y narrativa latinoamericana.

La crudeza y ternura de Lo que no tiene nombre, el relato autobiográfico de Piedad Bonnett sobre la pérdida de su hijo, resuena con la exploración profunda de la experiencia personal. Si buscas adentrarte en la narrativa autobiográfica, y así, como ella, encontrar en la escritura una forma de sanar, comprender y compartir las historias que te definen, el taller de Gabriela Consuegra, «Perseguir la memoria: cómo escribir  historia», es un espacio para que aprendas a contar tus propias vivencias.

Para conocer todos los detalles del taller y reservar cupo, haz clic aquí.

Perseguir la memoria: cómo escribir ‘tú’ historia

En «Perseguir la memoria: cómo escribir  historia» se ofrecerán herramientas para construir relatos autobiográficos. Se usarán de referencia numerosas obras literarias, con la aspiración de que los participantes aprendan a bucear en sus recuerdos y a extraer de ahí la materia prima para desarrollar sus historias.

Es un taller teórico práctico, en el que todos los inscritos tendrán la posibilidad de desarrollar un texto que luego será comentado por la facilitadora. Asimismo, se contará en al menos una sesión con dos escritoras o escritores internacionales y referentes del género que, en calidad de invitados, conversarán sobre sus técnicas narrativas.

Dictado por Gabriela Consuegra

Si deseas inscribirte en Perseguir la memoria: cómo escribir ‘tú historia, llena este formulario y te contactaremos

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O puedes hacer el pago de una vez a cualquiera de las siguientes cuentas:

La inversión es de 40$, que pueden pagarse por transferencia en bolívares; o en dólares por zelle, paypal o zinli; también en euros, vía bizum. En caso de pagar en dos partes, la primera debe cancelarse antes de iniciar el taller y la segunda antes de llegar a la mitad del mismo. Cuentas bancarias:

  • Pago móvil: código: 0102; número de teléfono; 04242421349; número de cédula: 19760825
  • Banco Provincial, cuenta corriente número: 01080010240100181600, a nombre de Blanca Hurtado, cédula de identidad número 19760825.
  • Banco de Venezuela, cuenta corriente número 01020126850000088352, a nombre de Blanca Hurtado. CI 19760825
  • Cuenta de ahorros Banesco, a nombre de Lizandro Bello, número 0134-0035-10-0352158513. CI: 23652949.
  • Paypal (por favor, tener presente la comisión de la plataforma): lizandrosamuel11@gmail.com
  • Zinli: lisbm1993@gmail.com
  • Zelle (a nombre de Edelsyx Cavanaugh):productorac.amarillo@gmail.com
  • Bizum: +34 604 00 77 92.

En caso de querer inscribirte, puedes hacer la transferencia de una vez y adjuntar por esta vía el comprobante de pago. En lo que la transacción sea verificada, te enviaremos un correo confirmándote que la inscripción se realizó con éxito.

Ojalá puedas participar.

¡Quedamos atentos!

Información general de Perseguir la memoria: cómo escribir  historia

  • Facilitadora: Gabriela Consuegra.
  • Fecha de inicio: 6 de julio.
  • Fecha de finalización: 3 de agosto.
  • Días: todos los sábados comprendidos entre las fechas señaladas.
  • Hora de inicio: 11:00 am (Venezuela y Miami) / 9:00 am (México) / 10:00 am (Colombia) / 12:00 m (Argentina y Chile) / 5:00 pm (España).
  • La duración de cada clase es de dos horas.
  • Todas las clases serán por zoom.
  • En link para conectarse a la sala se les hará llegar a los talleristas el día de la sesión.
  • Inversión: 40$.

Para más información:

Correo:
inscripcionesc.amarillo@gmail.com

Teléfono:
+58 416 822 33 98

https://circuloamarillo.com//talleres/como-escribir-tu-historia/?utm_source=substack&utm_medium=email

Concurso de crónicas

Hablando de relatos autobiográficos, El Diario anunció la primera edición del concurso Dando voz a las historias silenciadas. Se trata de un concurso de crónicas autobiográficas cuyos textos deben evidenciar la marginación social, económica, sexual, comunicacional o política, tanto en Venezuela como en el mundo. 

Todavía tienes chance de participar, la convocatoria estará abierta hasta el 27 de junio.

Lee las bases

El Diario anuncia la primera edición de su Concurso de Crónicas: Dando voz a las historias silenciadas 

  • Entre el 1° y el 27 de junio, los aspirantes podrán enviar sus crónicas autobiográficas, en las que se visibilicen contextos de grupos o individuos históricamente marginados y realidades complejas desde una perspectiva personal

Como un nuevo espacio para la narrativa emergente venezolana, El Diario anunció la creación del Concurso de Crónicas: Dando voz a las historias silenciadas. En el contexto del Día Nacional del Periodista, esta iniciativa busca reconocer aquellas historias  y testimonios que suelen ser pasados por alto o censurados.

En esta primera edición, se buscarán crónicas autobiográficas donde se destaquen las luchas, desafíos, derrotas y triunfos de individuos o grupos invisibilizados en Venezuela o en cualquier parte del mundo. Historias en las que se funden relato y narrador, y en las que se plasme también la vorágine de una realidad crítica, cambiante y avasallante. Esto incluye experiencias personales con grupos marginados, silenciados y excluidos por diferentes razones, así como de migrantes que se abren paso en contexto difíciles.

La recepción de los textos participantes será del 1° al 27 de junio. Los relatos deberán ser inéditos, escritos en primera persona, basados en un hecho real constatable, en el que su narrador protagonista se vea inmerso o afectado. Deberán tratar situaciones y conflictos donde se evidencie la marginación social, económica, sexual, comunicacional o política en el lugar en el que están ambientados.

Se elegirán tres crónicas, con un premio de 300 dólares para el primer lugar; 250 dólares para el segundo lugar y 150 dólares para el tercero. Además todos los ganadores recibirán una suscripción por un año del servicio Prime Reading de Amazon.

Los textos participantes se deberán enviar exclusivamente a la dirección de correo electrónico hola@eldiario.com.

Las bases completas del concurso de crónicas

1. Podrán participar todos los venezolanos mayores de edad, indistintamente de su lugar de residencia, y los extranjeros que vivan en Venezuela. Los aspirantes podrán ser estudiantes y graduados en Comunicación Social, Periodismo o Letras, así como también profesionales cuyo oficio sea la escritura.

2. Las crónicas no deben estar publicadas en otro portal y tampoco estar participando en otro concurso de forma simultánea. 

3. Los relatos deben ser inéditos y tener una extensión mínima de 2.500 palabras y máxima de 4.500 palabras. Además, deben ser presentados en fuente Times New Roman punto 12 con interlineado 1,5.

4. La crónica autobiográfica debe estar escrita en primera persona y se debe basar en un hecho real constatable, no ficcional, en el que el narrador o periodista se vea inmerso y afectado. 

5. En cuanto a la temática de las crónicas, todas deben tratar situaciones y conflictos donde se evidencie la marginación social, económica, sexual, comunicacional o política, tanto en Venezuela como en el mundo. 

6. Únicamente se podrá presentar un texto por autor.

7. Los premios serán indivisibles y no podrán ser declarados desiertos. El primer lugar tendrá un premio en metálico de 300 dólares; el segundo lugar, 250 dólares; y el tercer lugar, 150 dólares. De igual manera, estos tres primeros lugares obtendrán una suscripción por un año del servicio Prime Reading de Amazon.

8. Estas tres primeras crónicas (primer, segundo y tercer lugar) serán publicadas en la página web de El Diario, junto con otras dos crónicas adicionales a las que el jurado considere hacerles mención especial. 

9. El jurado estará conformado por Marcelino Bisbal, Eleonora Cróquer Pedrón, Lizandro Samuel, Raquel Rivas Rojas y Ricardo Ramírez Requena. 

10. Los textos se recibirán desde el 1º hasta el 27 de junio de 2024. El jurado emitirá su veredicto el 5 de agosto y se le informará al ganador cuándo recibirá su premiación. 

11. Los textos participantes se enviarán exclusivamente por correo electrónico a hola@eldiario.com, con el asunto “Postulación Concurso de Crónicas El Diario”. En el mismo correo, deberán adjuntar dos archivos de Word. El primero, será un archivo titulado “Crónica”, el cual deberá contener el texto participante con su título y el seudónimo del autor. El segundo, será un archivo titulado “Plica”, el cual deberá contener la plica con los siguientes datos: título del relato, seudónimo y los datos completos del autor (nombre, dirección, cédula de identidad, teléfono, correo electrónico y redes sociales). El uso de seudónimo es un requisito indispensable.

12. No podrán participar en este concurso de crónicas aquellas personas que tengan una relación laboral directa con El Diario o familiares directos de los trabajadores de este medio de comunicación.

13. Todo lo no establecido en las presentes bases será decidido por el Comité Organizador.

https://eldiario.com/2024/05/29/el-diario-primera-edicion-concurso-de-cronicas-dando-voz-a-las-historias-silenciadas/?utm_source=substack&utm_medium=email

Cállate la jeta, muchacha gafa

por Becky Plaza

La primera explosión nos hizo saltar corriendo de nuestras literas en busca de mamá. Gritos en las calles. Disparos que pasaban silbando entre las hojas del jabillo. Migas de cemento brincando a todos lados. Algo grave pasaba afuera y no sabíamos qué era. Una barricada de colchonetas nos protegía de la lluvia de balas que persistía a nuestro alrededor. Mi tía, la que vive en la casa contigua, golpeó la pared preguntando a gritos si estábamos bien. “¡Estamos bien!”, le gritó mi abuela. ¿Pero lo estábamos? Mamá era un pulpo cuyos brazos nos abrazaban, acariciaban y consolaban. Todos llorábamos al mismo tiempo menos ella y la abuela.

El horror invadió mi cuerpo cuando vi por una hendija de nuestra barricada de goma espuma que mi pequeña constelación de minúsculas estrellas, causadas por los golpes de los cachitos del Jabillo al caer sobre el techo de zinc, se había convertido en una entera galaxia con estrellas de distintas formas y tamaños por donde se colaban los rayos de la luz nocturna. Cientos de explosiones no cósmicas estaban expandiendo mi cielo personal a la velocidad de la luz.

Fue la abuela quien valientemente salió de la barricada y encendió la TV. Al sonido del tan tarán tarán tarán, con el que Venevisión nos anunciaba las noticias relevantes, mamá y la abuela se enteraron de lo que sucedía. «Mis hijos, están tumbando al gobierno», nos dijo mamá, “y están bombardeando El Helicoide”. Se refería a ese monstruo enorme y sin sentido que tenemos de vecinos.

Las noticias no fueron alentadoras: muertes, muchas muertes. Cuarteles levantados contra el Presidente. Invasiones a canales de televisión. Periodistas asesinados. Hombres vestidos de verde hablando de hambre y pobreza. Los mismos hombres que le donaban a mi tío comida del supermercado que había en La Carlota para que la repartiera entre la gente pobre del barrio. Comida vencida, minada de gorgojos y telarañas.

“Cientos de muertos flotan sobre el Río Guaire” fue el titular del periodista, “fuentes mencionan que son presos del retén de Catia”, remató. “¿¡De dónde!?”, gritó mamá mientras saltaba de la barricada. Tajada, mi hermano mayor, estaba allí desde hacía unos meses porque el debido proceso penal dictaba que era culpable hasta que se demostrara lo contrario.

—Yo me voy a buscar a mi muchacho –anunció mamá.

Mi abuela, lúcida como siempre, la instó a llamar primero a la abogada. Nada detuvo a mamá. Mi hermano Gabo y yo la vimos partir con mis tres hermanas y mi prima rumbo a Catia. Por la autopista sólo transitaban camiones del mismo verde oliva que invadía la televisión. El puente que conecta nuestra parroquia con la Avenida Fuerzas Armadas estaba desierto y por allí vi a mis mujeres cruzar caminando. El miedo de no volverlas a ver me silenció. Tajada tenía un máster en generarnos angustias.

Las horas fueron marcadas por el vuelo intermitente de aviones de guerra que sobrevolaban la ciudad. Los disparos se hicieron más lejanos y la familia fue saliendo de a poco a las calles. Mi tía, la que solía ser izquierdista acérrima, salió diciendo: «¡Ese es Chávez! ¡Y Chávez se las ‘shabe’ todas!». Unos le aplaudieron la gracia, otros la ignoraron y a algunos más nos quedó grabada su frase. La abuela nos cocinó bollitos migados con queso y mantequilla; y nos dio café con leche, como nos gustaba a Gabo y a mí. Un mimo para ayudarnos a sobrellevar el miedo de no saber qué pasaría en Catia.

Continúa aquí.

Cállate la jeta, muchacha gafa

por Becky Plaza | Abr 18, 2024

Por Becky Plaza

*La imagen de portada fue producida por Copilot.

La primera explosión nos hizo saltar corriendo de nuestras literas en busca de mamá. Gritos en las calles. Disparos que pasaban silbando entre las hojas del jabillo. Migas de cemento brincando a todos lados. Algo grave pasaba afuera y no sabíamos qué era. Una barricada de colchonetas nos protegía de la lluvia de balas que persistía a nuestro alrededor. Mi tía, la que vive en la casa contigua, golpeó la pared preguntando a gritos si estábamos bien. “¡Estamos bien!”, le gritó mi abuela. ¿Pero lo estábamos? Mamá era un pulpo cuyos brazos nos abrazaban, acariciaban y consolaban. Todos llorábamos al mismo tiempo menos ella y la abuela.

El horror invadió mi cuerpo cuando vi por una hendija de nuestra barricada de goma espuma que mi pequeña constelación de minúsculas estrellas, causadas por los golpes de los cachitos del Jabillo al caer sobre el techo de zinc, se había convertido en una entera galaxia con estrellas de distintas formas y tamaños por donde se colaban los rayos de la luz nocturna. Cientos de explosiones no cósmicas estaban expandiendo mi cielo personal a la velocidad de la luz.

Fue la abuela quien valientemente salió de la barricada y encendió la TV. Al sonido del tan tarán tarán tarán, con el que Venevisión nos anunciaba las noticias relevantes, mamá y la abuela se enteraron de lo que sucedía. «Mis hijos, están tumbando al gobierno», nos dijo mamá, “y están bombardeando El Helicoide”. Se refería a ese monstruo enorme y sin sentido que tenemos de vecinos.

Las noticias no fueron alentadoras: muertes, muchas muertes. Cuarteles levantados contra el Presidente. Invasiones a canales de televisión. Periodistas asesinados. Hombres vestidos de verde hablando de hambre y pobreza. Los mismos hombres que le donaban a mi tío comida del supermercado que había en La Carlota para que la repartiera entre la gente pobre del barrio. Comida vencida, minada de gorgojos y telarañas.

“Cientos de muertos flotan sobre el Río Guaire” fue el titular del periodista, “fuentes mencionan que son presos del retén de Catia”, remató. “¿¡De dónde!?”, gritó mamá mientras saltaba de la barricada. Tajada, mi hermano mayor, estaba allí desde hacía unos meses porque el debido proceso penal dictaba que era culpable hasta que se demostrara lo contrario.

—Yo me voy a buscar a mi muchacho –anunció mamá.

Mi abuela, lúcida como siempre, la instó a llamar primero a la abogada. Nada detuvo a mamá. Mi hermano Gabo y yo la vimos partir con mis tres hermanas y mi prima rumbo a Catia. Por la autopista sólo transitaban camiones del mismo verde oliva que invadía la televisión. El puente que conecta nuestra parroquia con la Avenida Fuerzas Armadas estaba desierto y por allí vi a mis mujeres cruzar caminando. El miedo de no volverlas a ver me silenció. Tajada tenía un máster en generarnos angustias.

Las horas fueron marcadas por el vuelo intermitente de aviones de guerra que sobrevolaban la ciudad. Los disparos se hicieron más lejanos y la familia fue saliendo de a poco a las calles. Mi tía, la que solía ser izquierdista acérrima, salió diciendo: «¡Ese es Chávez! ¡Y Chávez se las ‘shabe’ todas!».  Unos le aplaudieron la gracia, otros la ignoraron y a algunos más nos quedó grabada su frase. La abuela nos cocinó bollitos migados con queso y mantequilla; y nos dio café con leche, como nos gustaba a Gabo y a mí. Un mimo para ayudarnos a sobrellevar el miedo de no saber qué pasaría en Catia.

Las horas pasaban, la angustia crecía y ellas no volvían. Las noticias eran un bucle de tiempo en donde los hombres de verde hablaban de libertad y de nuevos comienzos. Me cansé de verlos. Mientras mis primos jugaban pelotica de goma, me senté sobre el muro de la cuadra que quedó destrozado por las balas: me instalé a vigilar el camino por donde se habían ido esperando verlas regresar. Un ruido ensordecedor me hizo despertar de mi ensimismamiento y correr a los brazos de mi abuela. Un avión había descendido demasiado y rompió la barrera del sonido, yo creía que nos estaban bombardeando en las calles.

Era de noche cuando mis mujeres volvieron. En su ida habían caminado de San Agustín a La Hoyada y viajado en el Metro hasta Catia. A su regreso el transporte público estaba completamente cerrado y les tocó volver caminando, o, mejor dicho, huyendo en estampida por la Avenida Morán de San Martín, porque los hombres de verde estaban esparciendo gas lacrimógeno y regalando golpes y perdigones. Mi prima no salió ilesa. Las marcas rojas en sus piernas producto de los peinillazos tardaron en sanar. ¿Su delito? Intentar comunicarse con Tajada silbándole de forma desesperada.

Llegaron justo antes del toque de queda. Agotadas pero dispuestas a volver al retén la mañana siguiente y todas las mañanas necesarias hasta conocer el paradero de Tajada. Tres días pasaron antes de saberlo vivo. Mientras mamá contaba su historia del día, mi tía lloraba en silencio frente a la TV. Su ídolo había fracasado una vez más en su intento de quedarse con el poder.

Cuando el mismo rostro que marcó aquel año fatídico salió en campaña política para la presidencia, mi tía repetía incesantemente «Yo se los dije: Chávez se las shabe todas». Por su parte, mi profesor de Historia de Venezuela nos hablaba con insistencia de la importancia de tener memoria colectiva. Cuando el hombre de verde ganó la presidencia, todos en casa celebraron su triunfo, incluyendo a Tajada cuya inocencia pudo ser demostrada cinco años después. Todos menos yo.

Mi prima notó mi incomodidad y me preguntó qué me pasaba. No recuerdo qué le respondí, pero ella sí lo recuerda y lo menciona cada tanto cuando en casa se habla del tema Venezuela: «Un hombre que atentó contra la soberanía de un país un par de veces, lo hará todas las veces que lo crea necesario».

Mi tía fue quien respondió a mi inquietud: “Cállate la jeta, muchacha gafa. ¡Que vas a estar sabiendo tú nada de la vida!”.

Años más tarde, cuando se agotó de marchar vez tras vez y de votar en contra de la Revolución chavista sin lograr salir de ella, me preguntó:

—Rebe, ¿por qué nunca creíste que Chávez era el hombre para el país?

—Porque mi niña interior lo relaciona con balas y miedo, tía –le respondí.

*Esta historia fue producida en el Club de escritura, que moderó Lizandro Samuel.

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